martes

Película muda.
Los gritos duelen más que ayer.
Las palabras cortan el aire
y se aplastan
contra el pecho barco hundido.
Desde la ventanilla besos y abrazos
que no dejan ir.
Estaqueados en la vereda,
tragan amargos sabores
y lágrimas como juntadas de una gotera
del techo que debió repararse hace días.
No aprendimos a callar,
y el precio a pagar es más alto
que cualquier boleto a larga distancia.
Pero tampoco aprendimos
cómo se hace para vivir
con la duda hecha piedra en la garganta,
con una estampida de criaturas feroces,
ensañadas con destruirlo todo dentro del estómago,
con las manos vacías,
las cataratas de las noches sin noche
y las tardes de despedidas.
Carla Kogelman